En el momento que recobramos conciencia, pudimos observar como el horizonte se había vuelto oscuro y una nube de fuego se levantaba en el cielo. Shakei temblaba y se encontraba atónito al percatarse de que esa explosión provenía de Charon, que se encontraba muy cerca de Zahowa, el asentamiento sagrado donde se encontraba la tribu de donde él proviene. Su cara pálida demostraba terror, ambos sabíamos que lo que había sucedido era un cataclismo fatal, una peste a carbón y metal pronto se esparció por todo el desierto y el cielo al alba dejo de ser rojizo para convertirse en un amanecer oscuro como el abismo. Shakei titubeante dijo:
- Arkan, te… tenemos que… ir a Zahowa…
Entonces a paso apresurado pero temeroso avanzamos en dirección a Zahowa, no podíamos decir con certeza que había sucedido, pero podíamos dar por hecho que no era nada bueno. El calor del desierto se había vuelto mas intenso aun y en todas direcciones podíamos encontrar pedazos de Charon: pilares, estructuras de mármol, figuras, pero todo reducido a trozos y cenizas.
Mi corazón latía de prisa, mis manos temblaban y mi cuerpo ardía, era como entrar lentamente en un gran horno de piedra.
A lo lejos un pequeño fulgor marcó nuestro destino: un carruaje de Caronte visitaba lo que alguna vez fue Charon, lo supe a primera vista por ese escudo plateado que lleva la insignia de la guerra. No podíamos permitir que nos descubrieran, acabábamos de atracar el tren, seguramente estaban tras nosotros. La suerte nos favorecía pues cerca se encontraba un escape del drenaje de Charon, así que entraríamos a la ciudad pero desde el subterráneo.
El olor fétido nos mantenía al borde de la desesperación, pero era eso o tener que enfrentarnos a un reten militar completo de Caronte. A la par caminamos entre desperdicios y animales muertos, pero eso era lo de menos, Shakei es casi mi hermano, en ese momento pude sentir su temor, el dolor en carne viva al imaginarse lo peor, no tiene nombre ese sentimiento, es algo que simplemente no puedo explicar.
Unos minutos después observamos como entraban haces de luz desde una rejilla en el techo de los túneles. Apilamos bloques de manera que pudimos alcanzarla y hacerla a un lado. Cautelosamente asomé mi cara para asegurarme de que nadie nos esperara ahí fuera, pero mi sorpresa fue grande al darme cuenta que la ciudad fue completamente borrada, solo dos estructuras se mantenían en pie: Las murallas de metal y la torre del vigía.
Salí tan rápido como pude y estiré mi brazo para ayudar a Shakei. Una vez fuera el respiró hondo y dijo:
- Este olor quema mis pulmones, es como si respirara fuego y exhalara brazas ardientes.
Y vaya que tenia razón, pues duramos días con un horrible ardor al respirar pero eso no importa ahora. Le sugerí a Shakei que buscáramos forma de llegar a la cima de la gran muralla metálica, así podríamos ver fácilmente a Zahowa. Y como era de esperarse… Zahowa era una pila de rocas y escombro. Shakei atónito solo cayó en sus rodillas y golpeó con fuerza el suelo, rompió en llanto y gritó: “Danahí, madre!”. Para mi fue muy duro soportar ver a mi mejor amigo en esas condiciones, me sentía tan inútil, no podía hacer nada mas que tomarlo de la mano y decirle: “Tienes que ser fuerte Shakei, tienes que ser fuerte… hermano”.
Estruendos se hicieron escuchar, eran esos soldados de Caronte con sus armas letales, era el peor momento para iniciar una batalla. Shakei se encontraba increíblemente furioso, hervía de rabia. Se puso de pie y cabizbajo susurró: “esto lo pagaran con el precio mas alto”. Mientras yo buscaba refugio Shakei corría en la dirección opuesta, estaba completamente decidido a cobrar venganza sin importarle muy poco quien fuese el autor de semejante atrocidad. Al verlo correr me di la vuelta y fui detrás de el, creí que Shakei moriría pero sucedió algo que jamás imaginé.
Shakei era ligero como una pluma y rápido como el jaguar, tan fuerte como un león pero su corazón corrompido por el odio y la amargura. Como el ocelote, el depredador, agazapado corría detrás de los escombros acercándose cada vez mas al enemigo… y el enemigo como la presa, escondido con los ojos bien abiertos.
Sabía que Shakei se lanzaba a una muerte casi segura, sin embargo algo en mi decía que no debía interferir, pues en su creciente ira no reconocería entre amigos y enemigos. Lo último que deseaba era herir a mi compañero. Fui detrás de él pero ni siquiera mis gritos lo hicieron pensar dos veces:
- Shakei, regresa! Si vas allá puedes darte por muerto!
Entonces Shakei miró al cielo y dijo palabras que no pude entender, estaba muy retirado y no escuchaba lo que decía. Levantó sus manos al aire y pronto un destello dorado, como lumina pura rodeó su cuerpo. Los soldados gritaban e incluso lloraban de miedo al presenciar la fuerza que de la nada atrapó a Shakei y a mi me dejó paralizado por completo, no podía creer simplemente lo que estaba presenciando. Shakei era tan rápido que en ocasiones lo perdía de vista, solo miraba como los soldados caían uno a uno sin vida. Mi hermano, mi mejor amigo convertido en un asesino… simplemente no podia concebirlo.
Pronto Shakei desfalleció rendido y perdió el conocimiento. Corrí hacia el lo mas rápido que pude y lo cargué en mi espalda, no podía dejarlo ahí simplemente. Creí que estábamos solos, pero al doblar en lo que una vez fue una calle nos encontramos con decenas de soldados forrados de armas. Suelo reconocer el olor a metal de los soldados de Caronte, pero esa vez el hedor a metal estaba donde quier, no sabia a donde correr. No tenia alternativa, tenía que ceder, puse a mi amigo en el suelo y yo levante mis manos; no tardaron en someterme y amordazarme con esas cosas… no recuerdo como se llaman, pero si cuanto duele tenerlas, tan apretadas y afiladas, exprimiendo tus manos, como suponía, a los minutos mis manos estaban adormecidas, es algo totalmente fastidioso.
Los soldados miraban asombrados a Shakei y murmuraban:
- Será el?
- Cuanto valdrá su cabeza?
- Hay que llevarlo pronto!
De que hablaban? No tenía la menor idea, pero nada bueno estaba seguro. Shakei dormía como un bebe, pronto lo subieron a un carruaje y se fue a toda velocidad en dirección a Caronte.
Fui insultado, golpeado, no podía aguantar mas ese tormento, mi mejor amigo había cometido un acto que jamás seria perdonado, además tan lejos y yo humillado, prefería que me mataran de una vez pero no lo hicieron… grave error.
Los hombres celebraban la captura de Shakei como si hubiesen encontrado el tesoro más grande del mundo, no tenia idea por que. Celebraban bebiendo ríos de alcohol, que hacían sus golpes cada vez más débiles. Los confronté, les dije que si no estuviese amarrado los haría pedazos, como era de esperarse, torpes en embriagues me liberaron.
En ese momento, me convertí en algo que odiaba, en un ser que cargaría con la culpa el resto de su vida en su espalda… algo de lo cual en cierta manera me arrepiento pero fue solo por que tenía que defenderme... Me monté en su espalda, utilicé una de mis navajas y le arranqué el cuello de un tajo. Sentí como su cuello crujía cuando mi navaja destrozaba sus venas y huesos en el interior de su cuerpo, como la sangre brotaba, tan tibia y ensuciaba mis manos con muerte, pero a la vez con alivio, al sentir como su cuerpo se desvanecía y no oponía resistencia mas. El dolor se había ido y el hombre no sufría... ya no era posible volver atrás, no tengo idea del pasado de ese hombre, si tenía esposa, hijos, amigos… pero si sabía que en ese momento le arranqué la vida. Al borde del llanto, en pánico actué sin pensarlo y uno a uno fui asesinando. Al final, el suelo teñido de rojo, mi alma corrompida y cuerpos degollados por doquier. En unos segundos volví en si y me percaté del nefasto panorama…
- Que he hecho? Soy… un animal… soy un asesino…
El dolor… pronto se apoderó de mi alma, no podía soportar la culpa que caía encima de mi… simplemente no podía. Ni en llanto, ni en reposo salvaría a mi amigo así que con miedo decidí levantarme y correr a nuestro destino. Corría tan rápido como me era posible, el calor era tan intenso que mi cuerpo ardía, mi boca probó el sudor que caía de mi frente, tan amargo como el ajenjo, pero en realidad sabía a carbón, el sazón de la muerte.
Después de casi una hora de camino estaba agotado y no podía dar un paso más… todo era oscuro como la noche y me perdí entre las dunas y arbustos carbonizados que aún seguían en pie por alguna razón.
Como era de esperarse caí hincado sin fuerzas para seguir adelante… estaba rendido y no podía hacer nada mas… entonces sentí como la falsa noche me envolvía, y las miradas aparecían en la oscuridad y también las sonrisas. Entonces de entre las sombras mi gemelo camino y me miró tendido en el suelo con vergüenza y dijo:
- Así es como quieres salvar a Shakei? Ah, no me hagas reír… tendido en el suelo descansando mientras tu “hermano” es torturado, ha, eres una mentira Arkan.
No estaba seguro de que sucedía pero voltee a verlo y le dije:
- Y quien eres tu para juzgarme?
- Soy el que cantará la canción que acabará el mundo. –dijo el aparecido-.
Era el viento que avivaba las brazas y mi corazón ardía… mi sangre hervía… me lancé sobre de el y le encaje mi daga en el pecho, justo entre el corazón y el alma…
- Vete al infierno! Aléjate de mi! –grité al viento-
Sus lamentos me aturdieron y caí al suelo asustado sin tener a donde correr, la falsa noche me atrapó y no había escapatoria… pero sin motivo las miradas desaparecieron entre risas frenéticas y por fin pude ver el desierto otra vez. Me levanté una vez mas y seguí corriendo en dirección a Caronte, no podía perder mas tiempo, la falsa noche me asechaba y Shakei estaba en peligro, no se que planeaban hacerle pero de seguro no era nada bueno.
El cielo estaba de luto, era tan negro como la noche y pronto sollozó en truenos y lloró con lluvia, pero la lluvia cargaba con el color de la muerte, era lluvia oscura, lluvia que llevaba las cenizas de todos aquellos que murieron en Charon.
En el horizonte podía ver una luna que nacía de la tierra, la luna roja que cubría a Caronte, al parecer esa misteriosa explosión no causo ningún daño a la ciudad metálica, que curioso…
La comunicación con Caronte había sido sellada también, sus portones habían sido alzados, lo que se traían entre manos era más que diabólico, era algo sin precedentes en la historia de la humanidad.
Lancé rocas a la muralla rojiza y eran pulverizadas antes de tocar las paredes metálicas de Caronte, definitivamente hubiese sido un suicidio intentar cruzarla así nada mas, para mi fortuna un grupo de gente de Caronte huía del lugar, los alcance justo antes de que pudieran perderse en la oscuridad.
- Quien eres? No nos hagas daño por favor! –dijo el hombre de bata blanca-
- No te preocupes, no he venido aquí a hacerte daño, quiero rescatar a mi amigo Shakei! –Exclamé-
- Shakei? –dijo el hombre- te refieres a un joven de cabello blanco y ojos rojizos?
Asentí con mi cabeza y el hombre dijo:
- Sigma… no creí que fuera capaz de tener amigos… pero tu has venido a rescatarlo verdad?
Pronto los demás hombres y mujeres de blanco se acercaron… yo me preguntaba que significaba todo esto, pero no podía comprenderlo.
- Veras, nosotros somos los creadores…
Entonces una mujer interrumpió antes de que este hombre pudiera completar la frase.
- Espera Marco! Hemos causado suficiente sufrimiento ya como para destruir lo poco que queda de Sigma… este joven es quizá la única esperanza que tiene de sobrevivir…
- Que quiere decir con Sigma? El nombre de mi amigo es Shakei! –exclamé-
- Ve entonces y rescata a Shakei, no dejes que las sucias manos de esos monstruos lleguen hasta el. –dijo la mujer en llanto-
De entre sus ropas saco un objeto brillante con el cual dibujo una puerta en la muralla rojiza que me permitió entrar al otro lado de Caronte, estaba cada vez mas adentro del hocico del lobo.
- Por favor, salva a nuestro hijo –dijo el hombre de blanco cabizbajo-
Que quiso decir ese hombre? No lo entendí hasta un par de años mas adelante. En ese momento no importaba mucho, tenía que apresurarme a encontrar a Shakei, estaba en las afueras de una grandísima ciudad metálica, donde cada simple soldado tenia el armamento suficiente como para mandar al infierno a cientos de hombres como yo. Que me esperaba dentro? Un fétido hedor a metal, calles ardientes y paredes heladas, un ambiente hostil y en el centro quizás mi hermano, lo único que me queda en esta vida.